Hoy 23 de Julio a las 16:05 hora de Inglaterra murió la cantante Amy Winehouse. Murió de sobredosis, algo que todos sabemos y algo con lo que ella jugaba mucho.
Yo me enteré este mediodía (hora de Argentina) cuando el noticiero en una noticia de urgente avisa con mucha pausa la muerte de la famosa cantante, mire la pantalla y mi cara se transformo, no podía creerlo.
La noticia me angustio mucho. Yo la conocí por primera vez en el 2007, un día en mi casa mientras acomodaba mi cuarto estaba viendo un canal de música (no era muy conocido, hoy ya no existe) y sonó REHAB y vi su video y creo que fue amor a primera vista, como para no serlo, con esa voz y esa cierta sobriedad sobre el tema. Ame esa canción desde el primer día. Comencé a conocer mas a ella y conseguí su cd, Back to Black, y con esas 11 canciones me enamoré más y más. Aún no puedo creer que se haya ido, prefiero pensar que está preparando su próximo éxito, o grabando, o tomandose algo como a ella le gusta.
Ese peinado, creo que solo una mujer como ella se deja tener tanto tiempo un panal en la cabeza hasta el punto en que pierde forma y aspecto, pero seguía siendo propio de Amy.
Ella ya había estado al borde de la muerte y hospitalizada varias veces pero jamás imagine que iba a cruzar esa delicada línea, pero lo hizo y hoy sus fans, admiradores, familiares, todo el mundo lloran su ida y rezan por un buen descanso.
Sigo escribiendo y no puedo creer que una de mis primeras artistas favoritas haya muerto. Digo que fue una de las primeras porque yo dejaba de ver boludeces en la TV por ver música y así la conocí, y me gusto y la seguí.
Yo creo que es una gran perdida en la historia de la música, no solo por su voz, sino por su historia de vida, podría compararsela con otras grandes trágicas figuras. 27 años de vida idos.
Amy Winehouse -14/09/1983 - 23/07/2011 - cantante, drogadicta, revoltosa con la prensa, la gran voz del soul británico, una estrella más en el cielo.
sábado, 23 de julio de 2011
martes, 12 de julio de 2011
7 Días - 7 Pecados
ENVIDIA
La envidia definida como la tristeza ante el bien ajeno, ese no poder soportar que al otro le vaya bien, ambicionar sus goces y posesiones, es también desear que el otro no disfrute de lo que tiene.
¿Qué es lo que anhela el envidioso? En el fondo, no hace más que contemplar el bien como algo inalcanzable. Las cosas son valiosas cuando están en manos de otro. El deseo de despojar, de que el otro no posea lo que tiene está en la raíz del pecado de la envidia. Es un pecado profundamente insolidario que también tortura y maltrata al propio pecador. Podemos aventurar que el envidioso es más desdichado que malo.
El envidioso siembra la idea ante quienes quieran escucharlo de que el otro no merece sus bienes. De esta actitud se desprenden la mentira, la traición, la intriga y el oportunismo.
La envidia es muy curiosa, porque tiene una larga y virtuosa tradición, lo que parecería contradictorio con su calificación de pecado. Es la virtud democrática por excelencia. La gente por ella tiende a mantener la igualdad. Produce situaciones para evitar que uno tenga más derechos que otro. Al ver un señor que ha nacido para mandar dices, “¿por qué estás tú allí y no yo? ¿Qué tienes que yo no tenga?” Entonces la envidia es en cierta medida origen de la propia democracia, y sirve para vigilar el correcto desempeño del sistema. Donde hay envidia democrática el poderoso no puede hacer lo que quiera. Si hay quienes no pagan impuestos, comienza la reacción de aquellos que envidian esa situación y exigen que los privilegiados también paguen. Sin la envidia es muy difícil que la democracia funcione. Hay un importante componente de envidia vigilante que mantiene la igualdad y el funcionamiento democrático.
En la tradición cristiana es definida como “desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto este se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria”.
Este pecado propicia la sensación de que uno podría tener todo lo bueno de los otros. Si tú le envidias la mujer al otro, deberías aceptar todo lo que el otro es, quiere, piensa y siente, y por lo tanto dejar de lado todas las cosas que tú quieres, piensas, sientes . Tendrías que convertirte en el otro, algo que nadie está dispuesto a hacer. Porque todo el mundo quiere ser; tener las ventajas del otro, pero a partir de la propia concepción de uno. Nadie está dispuesto a decir: “Bórrenme a mí, y escriban al otro, porque yo lo que quiero es ser yo, con lo del otro.” El que envidia estaría en el mejor de los mundos si pudiera lograr una disociación con el otro: quitarle para sí toda la parte que no le gusta y quedarse sólo con lo que le gusta, sin tener en cuenta que todos los bienes y beneficios tienen un costo en la vida.
La envidia por lo bello está vinculada con el concepto de belleza que ha manejado el hombre a lo largo de la historia. Las esculturas y grabados prehistóricos nos muestran figuras femeninas voluminosas, incluso deformes, que reflejan el interés por la fertilidad. Los cánones de belleza griegos no toleraban ni la grasa ni los senos voluminosos. Era necesario cultivar el cuerpo para conseguir la perfección estética que consistía en, además de tener senos pequeños y fuertes, poseer un cuello fino y esbelto y los hombros proporcionados. Los griegos difundieron por Europa gran cantidad de productos de belleza, de fórmulas de cosmética, así como el culto al cuerpo y los baños; en resumen, el concepto de la estética. Actualmente, a la eterna necesidad de belleza en el mundo femenino se han unido la ciencia y un nuevo sistema de vida en
el que es imposible separar la actividad diaria del aspecto personal.
La envidia definida como la tristeza ante el bien ajeno, ese no poder soportar que al otro le vaya bien, ambicionar sus goces y posesiones, es también desear que el otro no disfrute de lo que tiene.
¿Qué es lo que anhela el envidioso? En el fondo, no hace más que contemplar el bien como algo inalcanzable. Las cosas son valiosas cuando están en manos de otro. El deseo de despojar, de que el otro no posea lo que tiene está en la raíz del pecado de la envidia. Es un pecado profundamente insolidario que también tortura y maltrata al propio pecador. Podemos aventurar que el envidioso es más desdichado que malo.
El envidioso siembra la idea ante quienes quieran escucharlo de que el otro no merece sus bienes. De esta actitud se desprenden la mentira, la traición, la intriga y el oportunismo.
La envidia es muy curiosa, porque tiene una larga y virtuosa tradición, lo que parecería contradictorio con su calificación de pecado. Es la virtud democrática por excelencia. La gente por ella tiende a mantener la igualdad. Produce situaciones para evitar que uno tenga más derechos que otro. Al ver un señor que ha nacido para mandar dices, “¿por qué estás tú allí y no yo? ¿Qué tienes que yo no tenga?” Entonces la envidia es en cierta medida origen de la propia democracia, y sirve para vigilar el correcto desempeño del sistema. Donde hay envidia democrática el poderoso no puede hacer lo que quiera. Si hay quienes no pagan impuestos, comienza la reacción de aquellos que envidian esa situación y exigen que los privilegiados también paguen. Sin la envidia es muy difícil que la democracia funcione. Hay un importante componente de envidia vigilante que mantiene la igualdad y el funcionamiento democrático.
En la tradición cristiana es definida como “desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto este se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria”.
Este pecado propicia la sensación de que uno podría tener todo lo bueno de los otros. Si tú le envidias la mujer al otro, deberías aceptar todo lo que el otro es, quiere, piensa y siente, y por lo tanto dejar de lado todas las cosas que tú quieres, piensas, sientes . Tendrías que convertirte en el otro, algo que nadie está dispuesto a hacer. Porque todo el mundo quiere ser; tener las ventajas del otro, pero a partir de la propia concepción de uno. Nadie está dispuesto a decir: “Bórrenme a mí, y escriban al otro, porque yo lo que quiero es ser yo, con lo del otro.” El que envidia estaría en el mejor de los mundos si pudiera lograr una disociación con el otro: quitarle para sí toda la parte que no le gusta y quedarse sólo con lo que le gusta, sin tener en cuenta que todos los bienes y beneficios tienen un costo en la vida.
La envidia por lo bello está vinculada con el concepto de belleza que ha manejado el hombre a lo largo de la historia. Las esculturas y grabados prehistóricos nos muestran figuras femeninas voluminosas, incluso deformes, que reflejan el interés por la fertilidad. Los cánones de belleza griegos no toleraban ni la grasa ni los senos voluminosos. Era necesario cultivar el cuerpo para conseguir la perfección estética que consistía en, además de tener senos pequeños y fuertes, poseer un cuello fino y esbelto y los hombros proporcionados. Los griegos difundieron por Europa gran cantidad de productos de belleza, de fórmulas de cosmética, así como el culto al cuerpo y los baños; en resumen, el concepto de la estética. Actualmente, a la eterna necesidad de belleza en el mundo femenino se han unido la ciencia y un nuevo sistema de vida en
el que es imposible separar la actividad diaria del aspecto personal.
lunes, 11 de julio de 2011
7 Días - 7 Pecados
AVARICIA
¿Quién no ha oído hablar en alguna que otra ocasión que “la avaricia rompe el saco”?. No nos damos cuenta, pero en muchas ocasiones –quizá en más de las que deseamos-, esta palabra nos aparece en nuestras vidas como símbolo de que la situación económica (y personal) de uno mismo puede ir extremadamente bien o mal; las ansias de acumular bienes (materiales o no) sin motivo o necesidad aparente hacen que tengamos una contradicción más que curiosa –y, por qué no decirlo, injusta-: ¿para qué sirve acumular bienes y no utilizarlos cuando la gran mayoría necesita esos bienes y se encuentra abandonada a su suerte?.
La avaricia, término que indica esta contradicción, viene del término avaritiam, y éste, a su vez, del verbo latino avere, que significa “desear algo con ansia”. “Avaricia”, pues, implica padecer un afán desordenado de poseer y adquirir riquezas y/o bienes para atesorarlos; a diferencia de la gula, como vimos en el capítulo anterior, no existen referencias sólidas de este trastorno en el mundo latino (aunque se reflejarán, como veremos, a modo de influencia en obras posteriores), pero sí en la mitología griega. La referencia es de postín: uno de los primeros personajes en padecer la avaricia fue Midas, el rey de la región de Frigia, a quien Dioniso le concedió lo que quisiera; Midas, como sabemos, fue célebre por tener la cualidad de convertir en oro todo lo que tocaba. La ambición, sin embargo, hizo que hasta el agua y su propia comida se convirtieran también en dicho metal, lo que le condujo a su desgracia.
¿Quién no ha oído hablar en alguna que otra ocasión que “la avaricia rompe el saco”?. No nos damos cuenta, pero en muchas ocasiones –quizá en más de las que deseamos-, esta palabra nos aparece en nuestras vidas como símbolo de que la situación económica (y personal) de uno mismo puede ir extremadamente bien o mal; las ansias de acumular bienes (materiales o no) sin motivo o necesidad aparente hacen que tengamos una contradicción más que curiosa –y, por qué no decirlo, injusta-: ¿para qué sirve acumular bienes y no utilizarlos cuando la gran mayoría necesita esos bienes y se encuentra abandonada a su suerte?.

La avaricia, en la antigüedad, era vista como un vicio en sociedades en las que el ahorro era una virtud. Había que distinguir a la persona ahorrativa, que tenía conciencia de sus obligaciones familiares del manirroto. El avaro era el que llevaba el ahorro a situaciones grotescas. No atendía bien ni a sus seres queridos, ni a sí mismo. Lo único que le interesaba era acumular un capital que no se utilizaba para nada. Lo característico del avaro es que esteriliza el dinero, que en lugar de estar en movimiento queda paralizado. Así convierte un elemento fluido y útil en algo totalmente inservible.
La avaricia, además, ha inspirado magníficas obras, como por ejemplo “El avaro” de Molière, una ácida comedia inspirada en la obra de Plauto “Aulularia”, o “La comedia de la olla”. Allí retrató la esencia de un hombre capaz de vender su alma por dinero. La obra muestra una viva pintura de la avaricia, con la más alta comicidad y el más fino sentido satírico. El autor se apoya en el sentido común, acepta al mundo con franqueza y procura mostrar que los excesos en todo género son fatales para la vida social normal.
Una de las historias más polémicas respecto de este tema fue el enfrentamiento de Felipe el Hermoso, rey de Francia, con la orden de los Templarios. Estos caballeros comenzaron como un pequeño grupo militar en Jerusalén, cuyo objetivo era proteger a los peregrinos que visitaban Palestina luego de la Primera Cruzada. Con el correr de los años lograron concretar un sistema de envío de dinero y suministros desde Europa a Palestina. Desarrollaron un eficiente método bancario con el que se ganaron la confianza de la nobleza y los reyes. Así erigieron una enorme fortuna y quedaron rodeados de deudores en muchos casos quebrados y sin posibilidad de devolver lo que habían pedido. Pero en 1307 uno de sus deudores, Felipe IV el Hermoso de Francia, junto con el Papa Clemente V, se confabularon y detuvieron al gran maestre francés, Jacques de Molay y a sus principales lugartenientes, todos acusados de sacrílegos y de mantener relaciones con Satanás. La mayoría de los apresados fueron quemados en la hoguera bajo tortura; poco después, el Papa suprimió la orden templaria y sus propiedades fueron asignadas a sus principales rivales, los Caballeros Hospitalarios, aunque la mayor parte quedó en manos del rey francés y de su colega inglés, Eduardo II.
En este caso en lugar de liquidar la deuda, los deudores decidieron liquidar a los acreedores. Allí hubo una pugna de poder y dinero.
En este caso en lugar de liquidar la deuda, los deudores decidieron liquidar a los acreedores. Allí hubo una pugna de poder y dinero.
Los budistas, por otro lado, creen que la codicia está basada en una errada conexión material con la felicidad; esto es causado por una perspectiva que exagera los aspectos de un objeto.
Las codicias individuales son frecuentemente tildadas de ser dañinas para la sociedad puesto que sus motivos tienden a despreciar la felicidad de otros: si una persona está a punto de mejorar su riqueza, otra, en consecuencia, la pierde (asumiendo, por supuesto, que la economía de mercado es un juego de suma cero). Sin embargo, la codicia ha sido más aceptada (y la palabra ya es menos frecuente) en la cultura occidental, donde el deseo de acumular riquezas es una parte importante del capitalismo y del consumismo, lo cual no significa que sea algo que se considere bien visto: todo lo contrario. Cada vez hay más personas avaras, avarientas o avariciosas que actúan avariciosamente o avaramente para avariciar los bienes antes conseguidos.
A la avaricia se le considera pecado capital porque a través de la ganancia o tenencia se cometen muchos otros pecados. Se teme que a menudo se esconda como una virtud o se insinúe bajo el pretexto de ahorrar para el futuro. Cuando la avaricia se convierte en un incentivo para no justificar la conservación y retención de la riqueza, se le considera pecado grave; sin embargo, cuando denota simplemente el deseo de riqueza o placer, comúnmente no es pecado grave. Pero son innegables dos consecuencias directas: una de ellas, como diría el filósofo Fernando Sabater, es que “dar al dinero más importancia de la que tiene, convirtiéndolo en un fin en sí mismo es lo que distingue la avaricia del ahorro. Así, el avaro pierde de vista toda relación humana porque no reconoce que en cada intercambio reside algo muy profundo: la sociabilidad.” La otra, como diría Juvenal, es mucho más evidente, a la vez que dolorosa: “Es una gran locura el vivir pobre para morir rico”.
domingo, 10 de julio de 2011
7 Días / 7 Pecados

El mundo en el que vivimos cada vez nos resulta más inseguro e incierto; todos queremos que la vida y que todo lo que rodea a ella sea algo por lo que merezca la pena, pero desgraciadamente tenemos todo lo contrario: algunas veces hay factores externos que provocan que pasemos del cielo al infierno y viceversa; en otras –quizá en demasiadas-, es la propia irracionalidad humana la que hace que cometamos actos que, en condiciones normales, no se nos pasaría, ni en sueños, cometerlos hasta sus últimas consecuencias, provocando, en el peor de los casos, la muerte.
Cuando hablamos de irracionalidad, hablamos de reacciones (espontáneas o no) que el ser humano tiene en momentos concretos de nervios, tensión o desesperación. Y en ellas tiene cabida la ira, quinto de los pecados capitales que componen el ciclo; la definición más estándar de la ira (cf. lat. iram) es la que alude a la pasión del alma que provoca indignación y enojo. También alude, por otro lado, al apetito o deseo de venganza, a la furia y violencia de los elementos (humanos o no) y, en última instancia, a la repetición de actos de ensañamiento y/o enconamiento. Ese deseo o pasión no conoce límite alguno, ya que puede ser causa de un comportamiento violento para con nuestros semejantes, para con los familiares o para con uno mismo.
La ira es muy peligrosa por muchas razones; primeramente, porque esa reacción puede plasmarse mediante el asesinato cuando va dirigida a los demás; y, en segundo lugar, porque cuando va dirigida a uno mismo desemboca en el suicidio. En nuestra vida no dejamos de sentirnos en ningún momento felices, tristes o celosos; desde el lado positivo, la ira podría resultar beneficiosa si aflorara de manera muy esporádica y sólo en momentos muy concretos, ya que es un sentimiento más y que como tal debe ser manifestado. El hecho de que algo no nos salga como nosotros queremos, que no hayamos entendido bien nuestra tarea o que nuestro equipo pierda hace que nos frustremos; en ningún caso deberíamos sentir ira. El problema en sí radica en que factores externos (que tus compañeros se burlen de ti o te insulten, que discutas con tus padres por una norma injusta o que te echen la culpa por algo que no has hecho) pueden hacer que esa frustración se convierta en rabia y la rabia en ira. Dependiendo de la personalidad de cada uno, el camino que hay de la frustración a la ira puede ser extremadamente largo o corto.
Sea como fuere, el caso es que la ira siempre va a dejarnos una estela, por lo general negativa. El mundo de hoy conoce muchos casos en los que la ira destroza elementos vinculantes (o no) a nosotros mismos: cuando queremos vengarnos de alguien por algo, cuando una injusticia es más que evidente, o cuando nuestros propios impulsos nos llevan a cometer, como antes hemos indicado, actos que no haríamos en condiciones normales, y que, generalmente, tienen un arrepentimiento tardío e inútil. Podemos verlo todos los días: en los programas del corazón en la televisión, en la ola de violencia que sacude nuestro fútbol, en los casi cotidianos casos de violencia de género (una lacra para nuestra sociedad), o, peor aún, en los actos de terrorismo cometidos dentro y fuera de nuestro país y en las injusticias contra los derechos humanos (véase Guantánamo, por ejemplo) que se producen todavía en muchos países del mundo. Afortunadamente, nuestro mundo actual también conoce métodos y fórmulas para ayudar al autocontrol, si bien resulta complicado controlar nuestro genio en estos tipos de situaciones. Tal vez deberíamos aplicarnos este dicho popular: “vivirás buena vida si refrenas tu ira”. A más de uno no le vendría nada mal.
sábado, 9 de julio de 2011
7 Días - 7 Pecados
LUJURIA
Considerada como el pecado producido por los pensamientos excesivos de naturaleza sexual, donde nuestra mente y cuerpo nos piden aún más que hasta donde podríamos llegar. Esos deseos impunes, estimulantes, sucios, que nos estimulan, que nos dan placer cuando llegan a su cometido. Ese placer que cuando ya no se lo puede satisfacer se descontrola y perversa aún más convertiendonos en bestias llenas de vicio, donde el sexo ya no es suficiente y se comienza a someter, obligar, encontrar estimulante esa fuerza desmesurada provocando dolor a su semejante.
Cuando ya está todo más allá de lo que uno quiere, se comienzan a ver atractivas esas prácticas quizás abominables, sin sentido, monstruosas donde uno siente como si su cuerpo abandonara el mundo terrenal y viajara en busca de ese placer mucho mayor.
Un consumo de drogas provocando más éxtasis, llenándose de gozo, buscando eso que ya de otra manera no se puede conseguir encontrando ahí ese placer, pero un placer que lentamente va ir matandote por dentro consuminedo todo aquello que solías ser.
Más allá de todo, es un pecado muy utilizado en la literatura, que ha llenado las hojas y hojas de miles de obras, donde amores prohibidos se buscaban y fundían en la negrura de la noche, bajo la inmensa luna brillante y llena.
Un pecado reconocido por el demonio Asmodeo, quien se cree que tentó a Eva para cometer el primer pecado de la humanidad, buscando ese placer más allá, desobedeciendo las reglas de su señor y encontrando esa cosa que se reconocía irresistible y prohibida, ya poseyendo todo los placeres del mundo y que luego perdió por un capricho vicioso.

Cuando ya está todo más allá de lo que uno quiere, se comienzan a ver atractivas esas prácticas quizás abominables, sin sentido, monstruosas donde uno siente como si su cuerpo abandonara el mundo terrenal y viajara en busca de ese placer mucho mayor.
Un consumo de drogas provocando más éxtasis, llenándose de gozo, buscando eso que ya de otra manera no se puede conseguir encontrando ahí ese placer, pero un placer que lentamente va ir matandote por dentro consuminedo todo aquello que solías ser.
Más allá de todo, es un pecado muy utilizado en la literatura, que ha llenado las hojas y hojas de miles de obras, donde amores prohibidos se buscaban y fundían en la negrura de la noche, bajo la inmensa luna brillante y llena.
Un pecado reconocido por el demonio Asmodeo, quien se cree que tentó a Eva para cometer el primer pecado de la humanidad, buscando ese placer más allá, desobedeciendo las reglas de su señor y encontrando esa cosa que se reconocía irresistible y prohibida, ya poseyendo todo los placeres del mundo y que luego perdió por un capricho vicioso.
viernes, 8 de julio de 2011
I Wrote The Book - Beth Ditto homenajea a Madonna
I put you up, I treat you well
Tell you secrets I never tell

We pretend, it's all ok
But there's one thing we never say
The world is full of good intentions
Paradise is hard to find
Say they love you but fail to mention
Who they were with again last night
Revenge, regret, I wrote the book
Forgive, forget, I wrote the book
Keeping secrets, I wrote the book on it, don't test me
Heartbreak and then some, tell me where is a friend when you need one
Before you take a second look, remember I know every trick in the book
It never stops around the clock
When I'm there, you speak so soft
The runaround will wear you outYou break it off, I'll break you down
The world is full of good intentions
Paradise is full of lies
Tell you they love you but fail to mention
Who they were with again last night
Cheating, sneaking, I wrote the book
Lying, crying, I wrote the book on it, don't test me
Heartbreak and then some, tell me where is a friend when you need one
Before you take a second look, remember I know every trick in the book
Heartbreak and then some, tell me where is a friend when you need one
Before you take a second look, remember I know every trick in the book
I wrote the book, I wrote the book, I wrote the book on it, don't test me
I wrote the book on it, don't test me now
I wrote the book on it
jueves, 7 de julio de 2011
♥♥♥♥
perdona si te estoy llamando en este momento pero me hacía
falta escuchar de nuevo, aunque sea un instante tu respiración
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